Tras varios dÃas en Bombay, viajarÃamos a Nueva Delhi, la capital de India... una ciudad con más de 22 millones de habitantes que no para. Para hacerlo, tomamos un vuelo doméstico operado por Air India, una aerolÃnea local que funciona como la gran mayorÃa de las cosas en el paÃs de oriente... de manera rudimentaria. El despegue me dejó al borde del colapso, porque el "pique" terrestre previo a elevarnos generó que los maleteros apostados justo sobre nuestras cabezas, casi se nos vinieran encima. Era como estar volando en un auto de los años 80.
Pese a todo, y gracias a Dios, aterrizamos sin problemas. Nos alojamos en un hotel de lujo ubicado en pleno centro de la gran ciudad. Todo perfecto, hasta que llegó la hora de darme una baño para reponerme del viaje: el baño no tenÃa tina, ni ducha, solo una regadera ubicada en una esquina, que me daba terror activarla, pues el piso no tenÃa separación ni nada con el resto del baño y dije: inundare el baño, el dormitorio y el hotel entero.
Abrà la llave con miedo... de inmediato vi como la tecnologÃa de la cerámica del piso hacÃa que agua escurriera inmediatamente hacia desagüe ubicado en el piso... ¡tamaña sorpresa!
Recorrimos sin parar la ciudad... La Puerta de la India, monumento construido por el arquitecto para conmemorar a los soldados indios que murieron en la Primera Guerra Mundial ly en las Guerras Afganas, fue uno de los sitios que visitamos. Allà conocimos cómo se desenvolvÃan los habitantes, pues vimos desde estudiantes con sus profesores, vendedores, mujeres de compra, ejecutivos, diferentes razas y credos, etc.
Pero también me encontré con la parte más amarga de la India... niños con bebés en brazo pidiendo dinero, algo para comer, caminando solos en una ciudad enorme, expuestos a todos los peligros existentes. Varias veces saqué una moneda de mi bolsillo y se las di, sin embargo, nuestro guÃa insistÃa en que no lo hiciéramos... era como promover un negocio horripilante que existe en este paÃs y que tiene como vÃctimas a miles de niños; lo peor, es que a nadie parece importarle cambiar el destino de estos pequeños.
Fue imposible no llorar... un niño de 4 años golpeaba mi ventana y me decÃa "milk, milk" mientras se llevaba la mano a la boca. En medio del impacto, llegamos a destino: una tienda de saris, ropa tÃpica femenina; claro que aquà no vendÃan atuendos comunes y corrientes... los trajes eran de lujo e incluso muchas novias venÃan a buscar el suyo.
De todos colores, brillantes, con piedras, hilos de oro... costaba imaginar que a metros del impactante panorama de los niños de la calle, tenÃamos en frente el mercado del lujo, pero asà era... de hecho, me encontré con una novia y su madre que estaban comprando uno sari para el matrimonio... costaba más 5 millones de pesos chilenos; tenÃa bordados en oro y era impresionante. También habÃa algunos más baratos, pero ninguno bajaba de los 500 mil pesos chilenos.
En la calle nuevamente el tránsito se hacÃa infernal... la humedad y el calor se mezclaban y caminar era bastante pesado. Los gritos en diferentes lenguas, la enorme cantidad de gente, decoraban la ciudad. Ya era hora de almuerzo y nos dirigimos a un restaurant de comida tÃpica... yo temiendo encontrarme con el picor indio, pero también dispuesta a intentar una vez más que se cumpliera el "no spicy please".
Nada se concretó... nuevamente la comida estaba más picante que cualquiera que hubiera probado en alguna picada en Chile. Intentando buscar un equilibrio pedà un postre, el que por supuesto no picaba, pero sà tenÃa los sabores tÃpicos de allá: bergamota, cardamomo, nuez moscada. Debo admitir que pese a ser una sibarita, añoraba los sabores occidentales.
Y seguimos recorriendo; ahora era el turno de una lujosa tienda de alfombras persas; recuerdo que pregunté el precio del algunas cosas que me gustaron y ni siquiera una bajada de cama podÃa traerme conmigo. Era todo tan caro, que incluso le dije al vendedor: the carpeta flies? (¿La alfombra vuela?), a lo que respondió: if you give me your credit card, the carpet flies! (si me das tu tarjeta de crédito, la alfombra vuela).
Pero no todo en la India es caro y lujoso; a escasos metros de estas tiendas, existen mercados en el que "regatear" es obligación. Recuerdo que me traje tres tenidas indias por 20 dólares, después que nuestro guÃa prácticamente se agarra del moño con el vendedor (era su formar de negociar)... compré una cartera de cuero de camello, hermosa, en 2 mil quinientos pesos chilenos... y asà podrÃa haberme traÃdo conmigo cuanto objeto preciosos y que nos venden las tiendas de decoración en Chile, a precios inalcanzables.
Para finalizar mi estadÃa en Nueva Delhi, y antes de partir al Taj Mahal, recorrimos varias empresas y quedé impresionada con el nivel de avance tecnológico de los indios. Recuerdo que fui a un lugar, estilo ciudad empresarial, pero en el que se reunÃa sólo la industria de la computación y telefonÃa. También a un centro similar a la NASA, en el que estaban preparando la primera misión a la luna para 2025, que en ese entonces parecÃa tan lejano y que hoy está a la vuelta de la esquina.
Y para concluir, nos topamos de frente con la mayor occidentalización que pude ver en la India, más incluso que la fiesta que comenté en la parte I: un mall, con decenas de tiendas de marcas occidentales y cientos de adolescentes, principalmente, vitrineando y comprando, y por cierto usando la moda del otro hemisferio. Jeans, polleras, zapatillas... era difÃcil sentirse en la India. Ofertas por todas partes que intentaban colarse en medio de una sociedad con tradiciones tan arraigadas y distintas a las nuestras.
Asà me despedà de Nueva Delhi... impresionada, fascinada, pero con la sensación de que era la ciudad de los contrastes y que jamás podré borrar de mi mente a aquellos pequeños que deambulaban por las calles pidiendo algo de comer... ¡No quiero ni pensar lo que existÃa detrás de todo eso!