Uno de los lugares que siempre quise conocer fue Venecia. Imaginaba a partir de fotografías o videos cómo sería estar allí. El año pasado viajé a Rímini, Italia, por trabajo y pensé seriamente post pega arrancarme a ese rincón mágico de la bota... pero terminé abortando el plan, pues eran muy escasas las horas que tenía para ir y volver, antes de regresar a Chile.
Pero el destino me tenía preparado un segundo viaje a Italia, también por trabajo; fue ahí cuando decidí organizarme y concretar el anhelado viaje a Venecia, pero esta vez con mi marido... y es que era imposible ignorar la popular canción que dice: "Qué distinto es Venecia si me faltas tú...". Así que tomamos las maletas y nos fuimos a Europa a congeniar trabajo y placer.
Viajamos hasta Madrid y luego a Bolognia; el ticket costó poco más de USD 1.000, aunque si se compra con anticipación puede bajar a unos USD 700. De Bolognia a Rímini puedes tomar tren, cuyo valor va desde los 18 mil pesos chilenos.
En Rímini trabajamos y disfrutamos; post evento que iba a cubrir, recorrimos las calles en bicicleta, un medio de transporte típico del lugar; andan tantas bicicletas, que los peatones deben tener precaución de no ser atropellados por una, pese a ello autos, peatones y bicis conviven sin problema.
Pero de Rímini les contaré en otra crónica, porque la verdad hay mucho que hablar; restaurantes espectaculares, bares, fiestas típicas, museos, iglesias, playa, cocteles y cuanto más, así que da para largo.
Allá vamos Venecia
No teníamos mucho tiempo, pero si mucho por recorrer. Nos habíamos armado un itinerario que partía en Venecia, seguía por Roma, continuaba en París, luego Madrid y volvíamos a Bolognia para retornar a Chile. Partimos a nuestro primer destino en tren desde Rímini; es obligatorio ir hasta Bolognia primero y hacer transbordo a Venecia; el trámite es simple y está todo muy bien indicado.
El ticket de tren nos costó, comprado el mismo día, 36 Euros, pero si se compra con anticipación puede salir mucho más económico; hay una alta frecuencia de trenes desde muy temprano por la mañana y hasta muy tarde por la noche. Nosotros tomamos el de las 10:30 am y a eso de las 14:30 estábamos en Venecia.
Al entrar a la ciudad en el tren logras ver algo de ese rincón italiano; con eso ya te sientes por pagado, pero ni siquiera es el 1 por ciento de lo que está por venir. Apenas desciendes del tren y comienzas a caminar, empiezas a deslumbrarte con todo a tu alrededor: antiguas construcciones, la cantidad de turistas, las escaleras y los olores de pizza y pasta que se entremezclan con la humedad del ambiente.
La avenida que está a un costado de la estación de trenes te muestra la primera grana postal de Venecia: el canal principal repleto de botes, barcos y góndolas que te invitan a caminar y caminar en búsqueda de más.
Laberintos y canales
Y empezamos a caminar; es imprescindible ir cómodo y liviano, así que dejamos en custodia de la estación de trenes nuestro equipaje y chaquetas y sólo tomamos una pequeña mochila para llevar lo justo.
Cruzamos el gran canal y entramos por un pasaje; estrecho, con fachadas antiguas pero cautivantes, rodeadas de flores y canales donde el tiempo parecía haberse detenido. Si hay un lugar en que pareciera que todo el mundo está relajado y desconectado es Venecia.
Era imposible avanzar rápido y tampoco ese era nuestro afán... cada lugar nos obligaba a detenernos, a mirar, sentir, tomar algunas fotos. Continuamos y luego de recorrer hermosos pasadizos, llegamos hasta uno de los aparcaderos de góndolas; sabíamos que no era barato tomar una, pero si estábamos en Venecia, debíamos hacerlo.
Cuestan en 80 y 100 Euros; pueden subir hasta 4-5 personas; nosotros éramos dos y no costó 80, pero valieron la pena. El recorrido dura aproximadamente 20-30 minutos y te llevan por diferentes canales que son las calles de Venecia... por ahí se transporta la gente, ya sea por turismo,
para ir a trabajar, para ir al colegio o salir a comprar. Claro que los residentes no lo hacen en góndolas, sino en servicio de transporte público que es más económico, pero menos romántico.
Luego de disfrutar ese inolvidable paseo y tomarnos las fotos de rigor, seguimos caminando; queríamos llegar a la Plaza de San Marcos; está ubicada en el corazón de la ciudad y es la única "plaza" de Venecia, ya que si bien existen otros espacios urbanos, similares, éstos se denominan Campi.
Plaza de San Marcos
Caminamos, caminamos y caminamos... nos tomamos un gelatto, vitrineamos artesanía en vidrio, cuero... hay mucho para mirar; también nos comimos una Focaccia de aceitunas con mortadela con pistachos, un menú al paso realmente rico y que con bebida incluida nos salió menos de 10 Euros para los dos.
Después de dar vueltas, subir escaleras, llegar al mismo lugar porque nos quedamos sin batería en el teléfono y no teníamos GPS, dimos con la famosa plaza; una gran explanada que impresiona de inmediato. Su arquitectura es realmente fascinante, como también sus restaurantes, artistas, música, etc.
Allí comenzamos a recorrer y nos sentamos en la terraza de un restaurant donde estaban tocando música en vivo y sonaba de fondo la famosa canción: "Qué distinto es Venecia si me faltas tú..."; ahí agradecí haber pospuesto el viaje y haberlo hecho este año acompañada de mi marido.
El restaurant cobraba 5 Euros por el show, además del consumo. Lo más barato era una bebida y valía 7 Euros. Claro que estábamos en el lugar más popular del mágico Venecia, así que a mi juicio los valía.
Imagino se preguntan si es un destino para parejas... ¡la respuesta es sí!; pero también para amigos, padres e hijos, claro que desde cierta edad hacia adelante (14 años hacia arriba diría yo), pues hay que caminar mucho y además es otro tipo de turismo.
El regreso
Teníamos tren a las 23:30 hacia Roma, un tren-cama maravilloso que les relataré en otro momento; la custodia atendía hasta las 21:30, así que empezamos el retorno desde la plaza San Marcos. Caminamos, caminamos y caminamos y empezamos a notar que volvíamos a pasar por los mismo lugares. Ya no teníamos el GPS del celular, así que mi mayor recomendación es que siempre en los viajes anden con una batería portátil (cargada).
Venecia es un verdadero laberinto y si bien el proverbio reza que "preguntando se llega a Roma", créanme que aquí no es tan fácil, porque no es que te digan "tres cuadras derecho, dos a la izquierda y luego dobla nuevamente a la derecha". Las indicaciones son sigue ese pasaje, cruza el puente, etc., pero resulta que los pasajes son innumerables y los puentes también, además todos se parecen.
Después de estar perdidos una hora aproximadamente, lo que nos sirvió para conocer aún más, logramos encontrar el camino de regreso a la estación de trenes. Allí retiramos el equipaje y fuimos a cenar a una pequeña tratoria que está muy cerca y que tenía un menú variado y casero. Pagamos como 50 Euros por los dos, pero comimos bien.
Desde ahí nos fuimos a la estación de trenes, donde nos esperaba un viaje de 6 horas hasta Roma. A las 23.30 en punto partió el tren que nos llevaría a nuestro próximo destino; nos fuimos impregnados del encanto de Venecia y convencidos de que, más temprano que tarde, volveremos por estos lares.
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